Garudá es un pájaro mítico, considerado un dios menor (o semidiós) en el hinduismo y en el budismo.
Generalmente es iconizado como un águila gigante y antropomórfica: cuerpo humano de color dorado, rostro blanco, pico de águila y grandes alas rojas. Es muy antiguo, enorme y puede tapar la luz del Sol.
garuḍa, en el sistema AITS (alfabeto internacional de transliteración sánscrita).
गरुड, en escritura devánagari del idioma sánscrito1
Pronunciación: /garudá/.
Etimología: posiblemente Garudá proviniera de la raíz grī y significara ‘devorador’, quizá porque antiguamente era identificado con el devastador fuego del Sol. Aunque en el alfabeto devanagari no lleva ningún acento diacrítico (por lo que debería ser grave), la pronunciación aguda proviene de la tradición oral.
Es jefe de la raza de las aves y enemigo de la raza de las serpientes, vehículo (vajana) del dios Visnú e hijo de Kashiapa y Vinatā. Según el sagrado texto épico Majábharata, al nacer Garudá los dioses se atemorizaron debido a su terrible brillo corporal. Supusieron que era Agní (el dios del fuego) y le pidieron protección. Luego descubrieron que era un bebé, y aun así lo alabaron como un ser supremo y lo llamaron Fuego y Sol (según el Majábharata.
Aruná, el amanecer personificado y auriga de Suria (el dios del Sol), es hermano mayor —o hermano menor de Garudá. Swahá, la esposa de Agnídev (el dios del fuego), adopta la forma de una Garudī femenina, también llamada Suparṇī (según el Suparṇādhiāia y el Taittirīia āraṇiaka) para aparearse con Garudá (según el Majábharata.
Garudá, junto con los rishis, ayudó a romper la suspensión de hostilidades entre Indra (el rey del cielo) y el piadoso asura (‘demonio’) Vritra.
Se considera que Garudá es la versión malaya del mito del ave Fénix (ser que podía renacer de sus cenizas). Indonesia y Tailandia tienen esta ave como símbolo nacional. La línea aérea nacional de Indonesia se llama Garudā Airlines.
Los japoneses también conocen a Garudá, a quien denominan Karurá. Dicen que Garudá comía a sus enemigos serpientes hasta que un príncipe budista le enseñó la importancia del vegetarianismo. Entonces Garudá resucitó a todas las víboras que había comido y digerido.
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