sábado, 29 de septiembre de 2012

Plutón

En la mitología romana, Plutón (en latín Pluto; en griego antiguo Πλούτων Plouton) era el dios del inframundo. Su equivalente en la mitología griega era Hades, aunque Plutón era más benigno. En cuanto a la etimología del nombre se le confunde con el de Pluto (en griego antiguo Πλοῦτος Ploutos), el dios griego de las riquezas. Plutón era hijo de Saturno y Ops, y esposo de Proserpina, a quien raptó para casarse con ella. La madre de Proserpina, Ceres, se afligió tanto que provocó el invierno. Su palacio se ubica en mitad del Tártaro, donde como soberano vela por la administración de su estado y dicta sus inflexibles leyes. Sus súbditos, sombras ligeras y miserables, son tan numerosos como las olas del mar y las estrellas del firmamento: todo lo que la muerte cosecha sobre la Tierra vuelve a caer bajo el cetro de este dios, aumentando su riqueza o convirtiéndose en su presa. Desde el día en que inauguró su reino, ni uno de sus ministros infringió sus órdenes, ni uno de sus súbditos intentó una rebelión. De los tres dioses soberanos que controlan el mundo, él es el único que nunca ha de temer la insubordinación o la desobediencia y cuya autoridad se reconoce universalmente. Los romanos pusieron a Plutón no sólo entre los doce grandes dioses sino también entre los ocho dioses elegidos, que eran los únicos que estaba permitido representar en oro, en plata y en marfil. En Roma había unos sacerdotes victimarios consagrados únicamente a Plutón. Sólo se le sacrificaban, como al Hades griego, víctimas de color oscuro y siempre en número par, mientras a otros dioses se les sacrificaban en número impar. Los sacrificios se reducían completamente a cenizas y el sacerdote no reservaba nada, ni para el pueblo ni para él. Antes de las inmolaciones, se cavaba un hoyo para recoger la sangre y se vertía el vino de las libaciones. Durante los sacrificios, los sacerdotes mantenían la cabeza descubierta y se recomendaba silencio absoluto a los ayudantes, más por respeto que por temor al dios.
En Sicilia, los siracusanos le sacrificaban cada año dos toros negros cerca de la fuente de Ciane, donde la tradición situaba el rapto de Proserpina. En Roma, el 20 de junio, día de su fiesta, sólo abría el templo de Plutón. Se le sacrificaban animales de pelaje oscuro (ovejas o cerdos) y se dedicaba a su ira inflexible todos los condenados a muerte. Sobre el monte Soracte, en Italia, Plutón compartía los honores de un templo común con Apolo. Así pues, los faliscos, habitantes del lugar, creían que debían honrar a la vez el calor subterráneo y el del astro del día. Los habitantes del Lacio y de los alrededores de Crotona habían dedicado al rey de los infiernos el dos como un número infeliz. por la misma razón, los romanos le consagraron el segundo mes del año, y en él se designó el segundo día en concreto para ofrecerle sacrificios. De todos los dioses, Plutón era el más despiadado y temido por los hombres, quienes lo califican de adamastos (‘inflexible’) o stygeros (‘terrible’). Se le temía por su fealdad y la dureza de sus rasgos. Si bien era inflexible, se consideraba que era el más justo de todos los dioses, pues a su reino acababa llegando cualquier ser mortal más tarde o más temprano, sin importar su clase, rango o lugar de procedencia. Se le consideró más tarde como dios benefactor, dispensador de riquezas. Según
Pausanias, Epiménides había hecho colocar su estatua en los templos de las Euménides y, contra la costumbre habitual, se le presentaba con una forma y actitud agradables. A menudo se le representa con un casco de piel de perro regalado por los Cíclopes que le hace invisible y que nunca se quitaba. También se le solía representar con un cetro. El atributo que suele aparecer ante él es el ciprés, cuyo follaje oscuro expresa melancolía y el dolor. Sus sacerdotes se hacían coronas y sembraban sus ropas en los sacrificios. Se suele representar a Plutón con una espesa barba y un aire severo. A menudo lleva su casco, regalo de los Cíclopes y que tenía el poder de volverlo invisible. A veces, ciñe su frente con una corona de ébano, culantrillo o narciso. Cuando se sienta sobre su trono de ébano o azufre lleva en su mano derecha un cetro negro, una horca o una pica. A veces tiene llaves en sus manos, para indicar que las puertas de la vida se cierran para siempre para los que llegan en su reino. Se le representa también en su carro tirado por cuatro caballos negros.

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